En la madera veo a mi madre.
En su desborde por llenar la casa de muebles de uso diario.
En otra vida fue carpintera. Sabía de acabados, de madera. Seleccionaba y llevaba tablas donde los carpinteros.En su catálogo de apuntes repasaba medidas y estilos.
Con ideas de gabinetes desmontables, desayunadores móviles, pantrys plegables, Roperos a la medida, libreros con zapatones para libros imaginarios de cualquier ocasión .
Discutía con y entre carpinteros, les reclamaba detalles, el tipo de madera, que no la secaban bien. El mundo trabajando a su ritmo frenético y mi madre diseñando muebles con sus retazos de revista usando como técnica el copy paste.
Era Domingo y allá íbamos a Nindiri o Masatepe . Cuando arribaba el mueble a la casa era todo un show. Lo movíamos de un lado a otro buscando el karma. Tenía que estar en el preciso lugar. Ay de mi si subía los pies a una silla.
Al final de la noche nos cobijabamos nosotros y los sillones también. No me lo explicaba, alguna razón debía haber. Quizás tenían frío o le hablaba a la madera, al parecer eran otro miembro más de la familia.
Mi madre se veía en su casa. Su espacio. Como todos nosotros. En nuestro propio desmadre. Para Mi Lita eran sus plantas a como yo. En alguna parte del camino deje los comics, el nintendo y los juguetes. Ahora convivo con un huerto, mi perro y los muebles de mi mamá.
A veces me parece que me hablan. Siento que se acuerdan de ella. Nadie los mimaba de esa manera. Ahora soy uno de los muebles que dejo atrás. El de madera verde, pesado, con vueltas. Su obra incompleta.
Llego Agosto, Mamá.
Te extraño como siempre. Este amor no termina aquí. Esta tatuado en mi mente, en la sangre que recorre mis venas. Salí de una veta de madera preciosa que con el pasar del tiempo resalta en lo eterno, más allá del cielo.